Aquella mañana mi amiga Lucía, directora del Hotel Mar, estuvo soñando toda la noche.
Al despertar no recordaba casi nada, pequeños retazos de historias, luces tenues, penumbra…pero recordaba la sensación de haber sido follada salvajemente por algún hombre al que no podía poner rostro, sólo recordaba del sueño que aquel tipo llevaba traje negro y corbata.
Mientras se quitaba el camisón de seda y se encaminaba al cuarto de baño de su suite privada, no dejaba de sentir una excitación que ella reconocía muy bien porque no era la primera vez.
Ya desnuda se metió en la ducha abrió el grifo y comenzó a enjabonarse por todo el cuerpo, sentía el agua caliente sobre su rostro perfecto y empezó a jugar con el jabón y el agua en sus pechos firmes cuyos pezones, estimulados por su masaje se endurecieron sumisamente.
Pensó por un instante, pero en seguida se distrajo cuando sus manos llegaron a enjabonar sus pequeños labios entre los muslos. Y notó como su clítoris reclamaba un poquito de atención.
Con sus dedos comenzó a acariciarse, mientras el agua templada corría por su cuerpo y el vapor inundaba todo el cuarto de baño, muy pronto se sumió en un estado de excitación y su mente no paraba de tratar de recordar aquel sueño que le arrastraba sus manos y su cuerpo en aquel momento y le hacía sentir deslizarse como por un tobogán de imágenes borrosas de sexo, agua ,su piel completamente erizada mientras sus pezones trataban de seguir el ritmo de la excitación que inundaba todo su cuerpo desnudo, ahora fue su dedo medio, el único con uña postiza, el que penetró y comenzó a mover primero con movimientos suaves y finalmente con energía mientras desde lo más profundo de su ser salieron unos gemidos que tornaron a gritos de dolor que anunciaban un orgasmo que llegó entre temblores en el que Lucía se olvidó del tiempo, de todo, excepto de ese traje y esa corbata…
Una vez seca, se puso unas braguitas de encaje de color blanco, un sujetador a juego con un detalle de flores, una blusa blanca y su traje de chaqueta con falda de tubo por encima de la rodilla, zapatos negros de tacón fino, se peinó recogiendo el pelo en un pequeño moño que le hacía una apariencia muy sexy, pues sus grandes ojos oscuros su nariz proporcionada y su sonriente boca de dentadura blanca y perfecta, siempre destacaba cuando se recogí el pelo de esa manera.
Varios empleados del Mar estaban deseando encontrarse con ella cada mañana para oler su perfume y recibir su sonrisa, que interpretaban como una posibilidad, que sabían remota, de poder en algún momento tener algo más que un encuentro ocasional, de hecho, Juan el encargado de mantenimiento se había hecho más de diez pajas esa semana solo pensando en las múltiples posibilidades de follar con ella…
Pero Lucía les despreciaba porque sabía que no darían jamás el nivel de exigencia que ella precisaba para satisfacer su deseo y jamás compartiría con un empleado sus fantasías eróticas, porque su imagen era de una ejecutiva dura y exigente.
Ya sentada en su despacho del hall del hotel, conectó el ordenador y comenzó a supervisar la lista de clientes y reservas de ese día, lo clientes asiduos, alguna excursión y tres reservas a nombre de otras tantas empresas.
Lucía buscó en el ordenador y encontró que esa semana había varias convenciones y encuentros profesionales en la ciudad…
Un estremecimiento recorrió su cuerpo que se tensó como un depredador cuando observa a su presa mientras bebe agua desprevenida sin mantener la distancia de seguridad.
Sólo tenía que esperar a las doce para supervisar directamente esas reservas y ensoñar con su excitante traje negro que seguía fijo obsesivamente en su mente.
Ese día dejó la puerta de su despacho entreabierta para poder observar el mostrador de recepción y las personas que llegaban a registrase y tomar habitación.
A las 11 solían llegar los clientes en viaje de negocios del vuelo de la capital. Era cuestión de esperar…
Con cierta frustración más física que personal observaba que los viajeros no respondían para nada al perfil que ella necesitaba, matrimonios mayores, una pareja en viaje de novios, algún viajante de comercio con tripita cervecera…hasta que apareció.
Lucía abrió un poco más la puerta de su despacho y contempló la llegada al mostrador de recepción de un hombre alto, musculado con gafas de sol, camisa y una mirada firme y serena.
Ella pensó, ¡Lástima no lleva americana negra ni corbata, pero está buenísimo!
Ese pensamiento le hizo bajar la guardia y se percató que aquel hombre la miraba a los ojos desde el mostrador con una sonrisa…
El corazón de Lucía comenzó a latir aceleradamente, ¿Habría leído sus pensamientos?
Lucía cerró la puerta del despacho mientras él no dejaba de mirarla, ella no lo sabía, pero en un descuido la falda estaba muy atrás y se dejaba ver un poquito de su delicada lencería blanca con encajes y adorno de florecitas.
Juan no estaba cansado, en el avión había tomado una cerveza y se había relajado, el negocio que iba a cerrar en aquel hotel estaba hecho, y en la cena se firmaría el acuerdo y lo celebraría…pero aquellas braguitas blancas, aquellas rodillas perfectas y aquella carita tras la puerta del despacho de la directora le habían disparado esa sensación de pequeña erección tan deliciosa nada más llegar.
Lucía ya no podía pensar con claridad, su mente y sobre todo su cuerpo sólo pensaban en sentirse abrazados por aquel hombre y no dejaba de sentir una enorme polla entrando violentamente entre sus piernas y se veía a sí misma incapaz de resistirse a las embestidas salvajes de aquel hombre…aunque lamentablemente no llevara traje negro ni corbata…
- Habitación 421 al fondo del pasillo con vistas al mar, señor Serrano.
Le dijo la recepcionista a Juan que observaba como se cerraba la puerta y con ella la erótica visión de aquellas piernas, aquellas braguitas y aquella boca.
Cayó la tarde y Juan se preparó para la cena en la que cerraría el negocio del año que le permitiría financiar sus negocios por varios años, sacó de su maleta su traje negro de Hugo Boss y su corbata azul de Loewe. Camisa blanca con gemelos, estilográfica Montblanc para la firma del contrato y…la guinda, pensó en la guinda y su mente volvió a aquella falda recogida y ese triangulito de color blanco…en fin, el trabajo me llama pensó…
Lucía, como todos los días, solía acabar su jornada supervisando personalmente todos los servicios y verificando que todas las incidencias habían sido solventadas, pero esa noche quiso comprobar el restaurante y las mesas preparadas para que todo fuera perfecto.
Mientras se acercaba al restaurante, con la sensación de sudor en las ingles y las axilas por la jornada de trabajo y pensando en otra ducha relajante, ocurrió.
En la mesa catorce, la del pequeño reservado para clientes especiales, estaba él ¡Con un traje negro y corbata! Lucía se volvió literalmente loca, llegó a sentir como sus pezones se estiraban y su clítoris le hacía estremecer.
Estaba decidida.
Se dirigió a su habitación y abrió el armario con llave, ese que nadie en el hotel podía abrir bajo pena de despido fulminante.
En él había diferentes vestidos, aunque mejor sería definirlos como uniformes o disfraces, de enfermera, de secretaria, de azafata, de corista…ella eligió el de doncella, un vestido ajustadísimo de negro satén, escotado, cortito con delantal y solapas blancas, previamente había seleccionado lencería de color negro también abrió una caja con candado en la que guardaba sus juguetes sexuales, eligiendo un pequeño consolador que guardó en su bolso.
Por encima de las medias se calzó unos calcetines cortos y unos zapatos de tacón alto.
Su habitación era contigua a la de Juan, ella lo sabía porque había forzado la reserva desde su ordenador.
Por su parte Juan había solicitado un menú especial, a base de marisco y cava brut, que hizo muy agradable la ceremonia de la firma del contrato y que dejó, tras el segundo gin tonic a su cliente, fuera de combate, pero no a él, Juan cuidaba su cuerpo con esmero, iba al gimnasio, corría, practicaba deporte y todo lo hacía al servicio de tener un cuerpo capaz de resistir cualquier batalla sexual, por intensa o difícil que fuera. Sus compañeros no lo sospechaban, ni falta que hacía, esa parte de su vida era exclusivamente suya y no la compartía con nadie, sólo con sus diferentes y entregadas amantes, pero esta noche iba a ser diferente, esta noche quería romperle el culo a esa ejecutiva hasta que le implorara ¡basta!.. Estaba preparado, mentalizado y notaba que su infatigable compañera de juegos entre sus piernas estaba preparada como un marine esperando que bajara la proa de su lancha de desembarco en una playa en guerra.
Juan subió a la habitación decidido a telefonear a la directora y caso de no estar lograr su móvil y llamarla para quedar, pero no hizo falta, porque Lucía se había deslizado desde su habitación y le esperaba sentada en el pequeño sofá con las piernas cruzadas, dejando ver sus largas piernas y la cinta negra de unas medias que sólo se podrían ver en esa postura, o al levantarle la falda claro…
Juan ni se inmutó al oír de ella
Se limitó a mirarla, acercarse a ella y tomando su mano le dijo
- Pasemos una noche inolvidable, nos la hemos ganado, pero que sepas que me implorarás que pare, que habrá un momento en el que te arrepentirás de haber venido porque te dolerá… ¿Quieres seguir?
Lucía, que creía ser ella la que llevaría la iniciativa, se sorprendió. Por primera vez se sentía dominada y aquello le hizo sentir un principio de orgasmo, como fiebre y excitación a un tiempo, pero trató de mantener la compostura y le respondió:
- Veremos quien pide piedad de los dos
Le contestó altiva mientras separaba las piernas dejando ver el tanga negro que dejaba intuir su precioso y abultado coñito.
Lucía se levantó, se acercó a él y le quitó la americana negra mientras acercaba sus labios a su boca, diciéndole
- ¿Desea un servicio vip de habitaciones señor?
Juan ya estaba empalmado, imposible no estarlo y máxime al notar en el abrazo los pechos de Lucía y sus pezones duros como piedras.
Juan le bajó los tirantes del vestido dejando ver el sujetador, mientras Lucía bajaba los ojos sumisa. Siguió bajando hasta que el vestido se deslizó cayendo al suelo y dejando ver un cuerpo perfecto en ropa interior de lujo y medias altas…
- No te quites los zapatos, le ordenó Juan, al menos hasta que te lo diga.
Ella le desabrochó el pantalón mientras Juan se quitaba la camisa dejando ver un cuerpo esculpido a base de ejercicio y disciplina, duro como una pared, algo que Lucía no había conocida hasta la fecha, lo que le hizo pensar que a lo mejor él tenía razón y sería ella la que imploraría perdón y acabaría rindiéndose.
Juan sentía curiosidad por ver si el cuerpo desnudo respondía a la expectativa, pues era muy exigente en eso, sólo se entregaba con mujeres hermosas de su gusto y Lucía lo parecía, además del morbo que le proporcionaba saber que estaba a punto de follar con una ejecutiva que había decidido disfrazarse de doncella para él…
Le quitó el sujetador con destreza y rapidez dejando ver dos pechos turgentes, limpios con aureolas sonrosadas y grandes pezones, algo difícil de admirar de ella vestida…
Le bajó el tanga y pudo admirar aquel coñito perfecto, depilado excepto un triangulito de pelo corto, con labios cerrados y un pliegue protector del clítoris que pronto sería chupado absorbido y acariciado con una lengua experta y decidida…
La polla de Juan ya estaba dando señales de querer comenzar la faena pero Juan controlaba muy bien ese órgano así que decidió comenzar con la prueba inicial que es como él llamaba a una primara masturbación que le informaba sobre la capacidad de su compañera de juego para la velada.
Una vez ya los dos desnudos Juan agarró firmemente de la cintura a Lucía la volteó con sus poderosos brazos y la puso boca abajo en la cama, que curiosamente tenía sábanas negras, ya que Lucía desde su puesto había indicado que el cliente las había solicitado sin ser verdad…
Ella, desnuda boca abajo y sin poder ver lo que pasaba detrás suyo se sintió indefensa pero muy excitada, cerró los ojos y esperó…
Lo primero que notó fueron las manos de Juan abriendo sus muslos y separándole las nalgas…Ella se relajó y esperó, pero no tuvo que hacerlo por mucho tiempo, porque súbitamente notó un roce húmedo en su clítoris, preciso como el de un cirujano, que comenzó muy despacito deslizándose hasta llegar al mismo centro de su culito, solo ese recorrido le pareció eterno y cuando volvió a notar su lengua volver a subir todo su cuerpo se arqueó sin querer, como si la hubiesen electrocutado, la primera convulsión llegó cuando él comenzó a succionarle el clítoris suavemente pero con un ritmo muy rápido, mientras le acariciaba el culito con su dedo mojado en saliva a partir de ese momento no pudo contenerse, es como si su cuerpo le abandonase y gritó fuerte entre bruscos movimiento que trataban de aumentar el placer hasta que se corrió como una perra gritando y contorsionándose mientras Juan seguía con su boca y sus dedos masajeando y acariciando sin parar.
- Ya, ya por favor paraaaa, ya llegué…para por favor.
Dijo, casi sin aliento en lo que sería el preludio de una noche en la que tendría que suplicar, ella lo sabía y lo temía pero esbozó una sonrisa cómplice mientras se daba la vuelta en la cama y acariciaba el pecho de Juan para él que quedaba mucho y controlaba perfectamente estos momentos iniciales.
Lucía se quitó el moño y dejó que su melena quedara libre y suelta lo que hacía de ella una auténtica preciosidad a lo cual Juan no dudó, le pasó la mano por detrás del cuello y la besó mientras le tocaba sus pechos con suavidad hasta notar sus pezones duros, ella hizo amago de tratar de chupársela, pero él le quitó la idea, no iba a dejar que le hiciera un mamada dejándole por unos minutos desarmado, eso es lo que ella quería porque estaba un poco asustada, ya que nunca había estado con un tipo así, en su sueño no había detalles pero empezaba a sentir lo mismo que al despertar por eso quería una tregua, pero al instante comprobó que no la tendría.
Juan pensaba – la dura ejecutiva va a empezar a saber lo que es bueno y acabará como una ternerita bramando- y volvió a voltearla casi sin esfuerzo poniéndola a cuatro patas y ahora sí con la polla bien dura le penetró poco a poco hasta notar su cuerpos unidos y el sudor mezclado de los dos junto con el olor del perfume delicioso de Lucía que esperaba ansiosa el siguiente golpe que llegó fuerte y profundo mientras le acariciaba las tetas y le susurraba historias guarras al oído, fueron más de 20 minutos de lucha en la que ella cimbreaba con las manos y las rodillas apoyadas en la cama tratando de no salir disparada hacia adelante por los arreones de Juan que parecía no cansarse nunca, sacó su miembro enrojecido por el esfuerzo pero igual de duro y le dio la vuelta a ella poniéndola boca arriba y agarrándola de los tobillos le levantó las piernas dejando su sonrosado coñito algo inflamado por el roce a la vista y a su entera disposición. La segunda penetración fue rápida, ella ni se dio cuenta hasta que estaba dentro, muy dentro y entonces descubrió con horror, que lo anterior había sido sólo un precalentamiento porque en esa postura, él parecía un animal desbocado, un gorila insaciable y brutal, a cada golpe ella notaba como todo su cuerpo se movía y parecía como si le fuera a romper la vagina, porque jamás nadie, ni siquiera ella con sus vibradores había llegado tan lejos, tan profundo y tan intensamente, ella que ya se había corrido dos veces entró como en trance y ya no pudo controlarse, ahora sí ahora se estaba corriendo como jamás lo había hecho, ya no era, ella era su cuerpo, sus órganos que se abandonaban a su suerte como un barco sin timón en medio de una gran tormenta, gritó como un animal acorralado con todas sus fuerzas , sin temor porque sabía que nadie escucharía sus gritos pues las habitaciones contiguas estaban vacías , algo de lo se ocupó personalmente unas horas antes.
Cuando ella creía imposible tener otro orgasmo descubrió que su cuerpo era capaz de proporcionarle unas experiencias desconocidas, estaba volando estremecida y con la mirada perdida.
Juan que lo sabía, esperó a ese momento para sacar su miembro y regarla por todo el cuerpo, reservando el último depósito para manchar sus labios pintados haciéndolos parecer como tras haber chupado un yogur de nata…
Lucía extenuada se relajó a lo largo de la cama y con su dedo meñique llevó el semen al interior de su boca y lo tragó, mientras observaba a Juan sudoroso, pero mirándola como un auténtico depredador.
- Ha sido estupendo, Juan me ha encantado
- ¿Cómo dices?
- Que me has hecho subir a lo más alto estoy feliz y agotada
- No querida, esto no ha hecho más que empezar, tendrás que suplicar que pare y yo veré si lo hago y cuando, quizás no lo sepas, pero puedo aguantar toda una noche y correrme no menos de cinco veces, mi secreto es que como mucha carne roja, ja ja ja ja se rio con una mirada traviesa y dominante.
Lucía se rindió, sabía que esa noche no podría controlar nada, ya no era la jefa del hotel, la mujer dominante y deseada por todos, era una esclava sexual dominada y a merced de un hombre con el que había soñado vestido con un traje negro.
Descubrió que cuando creía no poder más, su cuerpo, si era estimulado en determinados lugares por un experto el suficiente tiempo reaccionaba por sí solo y aquellos orgasmos les eran desconocidos, eran como ataque epilépticos, llegando a perder durante unos segundos la consciencia y la respiración.
Cuando ya pensaba que había terminado, incapaz de llevar la cuenta de los orgasmos propios y ajenos, notó que Juan la agarraba de las muñecas con fuerza, ella trató de zafarse, misión imposible pues Juan era un experto en dominar hembras e inmovilizarlas para que no pudieran escapar, cuando ya cedió y dejó de resistirse notó como si le ardiera el culito, le estaban introduciendo en su culo virgen una polla que se abría paso implacable y sin compasión, mientras con dos dedos le acariciaba el clítoris con lentitud y sin apenas tocarlo. Notaba como fuego en su recto y un dolor intenso mezclado con miedo y placer fueron los 15 minutos más intensos de aquella noche, Lucía había descubierto el dolor más placentero y excitante de toda su vida, ella que jamás había dejado a ningún hombre que le diera por detrás…
Juan cumplió su promesa y durante toda la noche se la estuvo follando en todo tipo de posturas, sin piedad, sin parar hasta que ella le suplicó parar totalmente destrozada sin apenas capacidad de mover las piernas porque dejó de sentirlas durante mucho tiempo.
- Está bien ha sido una bonita noche, ahora vete que falta poco para que amanezca y no conviene que te vean aquí conmigo.
Ella accedió, recogió su ropa y el bolso con el consolador que por primera vez no le había hecho falta, salió de la habitación y aquella noche no soñó con hombres con chaqueta y corbata, lo hizo con animales salvajes, vendavales y mares embravecidos.
Esa mañana le vio marchar desde la puerta de su despacho, y se abrió un poco de piernas mostrando su coñito todavía irritado y rojo de la noche.
Él la miró, sonrió y le dijo a la chica de recepción: